Gracias a la incansable acción de los grupos de derechos humanos que luchan contra toda forma de violencia de género, el tema de la trata de mujeres y el femicidio ahora forma parte de la agenda periodística. Pero este avance no significa que los estados americanos hayan adoptado políticas para combatir este flagelo que se ensaña particularmente con las clases más desposeídas.
Por el contrario, los datos que manejan los estudiosos del tema señalan que alrededor de 100 mil mujeres y niñas son víctimas de la trata de personas si sumamos los datos de Sudamérica con los países del Caribe. Las víctimas son sometidas a la explotación sexual tanto en sus países de origen como en otros del mismo continente.
Por supuesto que para que semejante negocio prospere existe una connivencia entre los delincuentes que llevan adelante esta explotación con las autoridades que deberían combatirlo, empezando por las policías de los distintos países que miran para otro lado o que directamente son cómplices en los delitos que derivan de esta actividad.
Es así como muchas mujeres que son detenidas veces por dedicarse a la prostitución son penalizadas o chantajeadas por ejercer esta actividad pero generalmente no se las interroga sobre cual fue la forma en que llegaron a esta situación y mucho menos quien las introdujo en este mundo.
Pero el fenómeno no sólo abarca a América latina sino que llega a también a Estados Unidos. En Nueva York, cientos de mujeres son recibidas por los servicios sociales de la ciudad que las rescatan de las redes de trata. La mayoría son mexicanas. Según el FBI alrededor de 17 mil mujeres y niñas llegan anualmente a Estados Unidos para ser explotadas por las redes de prostitución que trabajan en suelo norteamericano.
La ONU hace rato que tiene identificado el problema y ya ordenó a sus estados miembros que establezcan políticas para prevenir y erradicar un mal que afecta principalmente a las mujeres más pobres, acentuando así la desigualdad de derechos. Sin embargo la complicidad de muchos estamentos estatales y la complejidad del problema, dificulta una política duradera de combate a un mal que siempre permanecerá vigente mientras no se erradiquen ciertas pautas culturales que justifican el machismo y el sometimiento de la mujer. Porque la trata de mujeres, además de un delito, es una forma de discriminación y de violencia de género.
martes, 19 de abril de 2011
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