Ni mediaciones papales ni diálogo alguno parecen posibles.
La oposición venezolana desconoce el mandato de Maduro y no acepta otra cosa
que su dimisión, o, en el mejor de los casos, la convocatoria a un referéndum
revocatorio.
El
presidente Nicolás Maduro, no fue impuesto de afuera ni salió de un repollo,
fue elegido por el pueblo venezolano en 2013 y tiene un mandato constitucional que debería
cumplir. Pero no lo entienden así quienes forman la oposición venezolana.
Cebados por el triunfo legislativo del 2016, que les dio el manejo del
Congreso, no dudaron en embestir a los otros dos poderes, bastiones del poder
chavista.
Frente
a esta protesta sostenida en el tiempo, Maduro no ha logrado dar con alguna
estrategia que disuelva la protesta. La creciente violencia callejera, llevó a
las fuerzas de seguridad a una represión que logró reavivar la lucha. El
notorio apoyo externo, con eje en Washington, es un combustible financiero que
los opositores están aprovechando sin cargo de conciencia alguno.
Está
claro que Maduro no es Chávez y que la situación lo está sobrepasando. El chavismo sacó de la galera el llamado a
una elección constituyente, que se parece mucho a un último recurso para
recuperar la paz en las calles, pero todo indica que nada calmará a un sector
social que ha decidido forzar la salida del Presidente
Aciagos
tiempos, para un gobierno que supo ser popular, y que ahora, busca con
desesperación, el hilo de Ariadna que lo saque de este laberinto que parece no
tener salida.