viernes, 14 de octubre de 2011

Wall Street: calle tomada

Entre los paisajes impensados que nos presenta la crisis económica mundial, hay uno que no deja de sorprender y de generar polémica: la creciente presencia de indignados en Estados Unidos que ocupan las calles y plazas aledañas a Wall Street, centro económico y financiero del capitalismo globalizado.
La primavera árabe y la crisis europea nos acostumbraron a la existencia de movimientos sociales que no se resignan a aceptar los ajustes económicos que proponen los gobiernos para enfrentar la debacle que ellos mismos provocaron, pero pocos imaginaban que esta modalidad de protesta se extendería como un reguero de pólvora por el territorio del país más poderosos del planeta.
Es que los ocupantes se hicieron fuertes en Nueva York pero ya se expandieron a casi 60 ciudades de Estados Unidos, por lo que el problema ya no pudo ser ignorado por los medios de comunicación yanquis, siempre reacios a dar luz a cualquier cuestionamiento del sistema imperante.
La creciente desocupación y la enorme masa de pobres que se incrementan sin pausa, motorizan una protesta que rechaza la especulación financiera que provocó la crisis de las subprime, cuestiona la creciente desigualdad y quiere que el empleo no siga cayendo. Pero estos postulados, obvios y de sentido común, son rechazados por los más ricos de Norteamérica, que no quieren resignar ni un centavo de sus fabulosas ganancias.
La estrategia de los sectores poderosos es clara: evitan hablar de sus privilegios y tratan de descalificar a sus opositores a quienes tildan de antinorteamericanos, por no aceptar que tradicionalmente en Estados Unidos los intereses económicos de los ricos son defendidos por todos los gobiernos. Así, que los millonarios norteamericanos se lleven las ganancias del sistema y que el resto de la población pague los costos, es algo normal y que no debe ser modificado por ningún político.
Ante esta realidad se abre una oportunidad para el presidente Obama. El mandatario puede aprovechar la ola de protesta para imponer algún tipo de reforma impositiva que equilibre un poco los tantos. No es tarea fácil, ya que la sociedad yanqui es tan conservadora que cualquier político que quiera modificar un poco la situación enseguida es calificado de comunista o de nazi. Además el escenario político es complejo ya que a la crisis económica se le suma el intento reeleccionista de Obama y la creciente derechización del electorado que encarna el Tea Party.
El futuro próximo dirá si la reacción de la Casa Blanca buscará solucionar el problema o dejará librado el tema de la ocupación de las calles a las policías de los distintos estados.