Las balas de los comandos norteamericanos que mataron a Bin Laden no sólo pusieron final a la vida del hombre más buscado del mundo: también aniquilaron la posibilidad de la existencia de una Justicia universal confiable y equitativa.
La acción ordenada por el Presidente de la mayor potencia mundial demuestra que las necesidades políticas de la Casa Blanca son más importantes que los principios que la mayor democracia de Occidente dice defender.
La realización de un juicio justo, la posibilidad de una defensa legal y la condena de un tribunal imparcial, que tanto nos suele vender la industria culturar norteamericana como esencia del alma occidental, estuvieron ausentes de la operación militar que puso fin a la vida de Bin Laden.
A nivel internacional también son varios los derechos vulnerados. El primero, y tal vez más importante, es el principio de soberanía nacional. Los Seals yanquis entraron sin permiso en suelo pakistaní y no pidieron autorización a las autoridades de ese país. Esto conlleva la violación de otra prerrogativa que es la no injerencia en los asuntos de otro estado soberano.
A esto podemos sumar otros agravantes: que la decisión haya sido tomada por un premio Nobel de la Paz Barak Obama, y que el Tribunal Penal Internacional de la Haya, organismo supranacional creado para tratar las violaciones a las leyes internacionales, haya quedado dibujado como una postal decorativa.
Si todo lo que se dijo desde 2001 hasta hoy sobre Bin Laden fuera verdad, su captura con vida hubiera sido una imperdible oportunidad de juzgar y castigar todos los crímenes supuestamente cometidos por el empresario árabe. Su oscuro asesinato, en cambio, agrega interrogantes sobre la actividad de Al Qaeda y pone al idealismo de creer en una justicia universal en la categoría de utopía.
En el presente, todo es ganancia para Estados Unidos: Barack Obama subió su imagen y se encamina derecho a su reelección. Su autoridad se vio reforzada y avalada por parte de su pueblo que festejó en las calles la muerta de su enemigo. Pero a futuro, todas las naciones que adquieran algún grado de poder mundial podrían intentar resolver sus conflictos por medio de la violencia, apelando al concepto de seguridad nacional por sobre el de justicia, una postura que nos pone de cara a un mundo peor y más inseguro.
lunes, 16 de mayo de 2011
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario