lunes, 30 de diciembre de 2019

El Brexit confirma el fin de las grandes alianzas


Pese a las antipatías que nos genera a la mayoría de los argentinos la conducta que a lo largo de su historia tuvieron los ingleses, siempre es bueno observar los movimientos del Reino Unido, que a través de los siglos resultaron precursores de las tendencias mundiales.
                Cuando se votó el primer referendo que resolvió la salida de Inglaterra de la Unión Europea, muchos tildaron a esta decisión de ¨irracional¨ y creyeron que el pueblo inglés había sido víctima de un ¨engaño electoral¨.  Estos analistas no supieron entender que en realidad eran síntomas de algo más profundo: el fin de los grandes bloques comerciales y el preanuncio de la guerra económica mundial que se avecinaba.
                La crisis de 2008 iniciada con la caída del Lehaman Brothers, terminó con el auge de la economía neoliberal en el mundo. Pese a que muchos países latinoamericanos todavía compran estas recetas que vende el FMI, en el resto del Mundo ya no se consiguen. Es que los grandes bloques económicos están en proceso de descomposición y muchos países están a la intemperie, tratando de no ser víctimas de la guerra comercial mundial que azota a nuestro planeta.
                Hoy domina el conflicto comercial entre China y los Estados Unidos, que disputan diariamente, bajo la atenta mirada de los rusos y de Europa, que no tiene claro para donde escapar ni qué hacer frente a este panorama. Los ingleses, siempre un paso adelante, ya decidieron: la Unión Europea ya no sirve y es más un estorbo que un beneficio.
                En nuestro continente, la evidencia de lo que acontece en el mundo se evidencia en los fracasos neoliberales. Al derrumbe del modelo principal, que encarnaba Chile, se le suman Ecuador y Colombia y la Argentina de Macri (que gracias a Dios ya es historia).  Bolsonaro caerá bajo la misma ola sino la advierte a tiempo.
                Que las fórmulas neoliberales  estén en caída libre, no deja de ser una buena noticia. El problema radica en la incertidumbre que provoca la falta de alternativas de reemplazo.  Si los pueblos asumen el protagonismo que exige la hora, puede ser una buena oportunidad para sacudirse el yugo de la dependencia.   

lunes, 2 de diciembre de 2019

Bolivia: el Imperio contraataca


Cuando parecía que se le venía la noche a la estrategia de la Casa Blanca en nuestra región, el Departamento de Estado sacó un as de la manga y modificó el tablero: el presidente con mejores números económicos del continente, Evo Morales, fue obligado a dimitir por una acción conjunta de activistas y fuerzas de seguridad.
                Este verdadero golpe de estado cívico – militar – policial, acabó, por lo menos temporariamente, con el impecable gobierno de Evo Morales, que debió salir de su país como si fuese un criminal y no como el mandatario que fue:  el que le dio derechos y una vida mejor a los siempre postergados pobres de Bolivia.
                Es cierto  que una serie de errores del  mandatario precipitó los hechos. Evo forzó su candidatura presidencial para otro mandato que no le correspondía. Y desoyó el resultado negativo de un plebiscito que él mismo había convocado. Pero todo esto no justifica un golpe estado violento que nos regresa peligrosamente a las peores costumbres del siglo XX.
                Este retroceso no puede despegarse de una realidad compleja en todo el continente. La derrota de Macri, las bravatas de Bolsonaro, la libertad de Lula y la interminable rebelión en Chile, llenaron de malas noticias los escritorios de las embajadas norteamericanas de nuestra región. Alguna respuesta iba a llegar desde el gran país del Norte, pero sorprendió el destinatario y la virulencia del golpe
                Ahora, las marchas, los muertos y los funcionarios ilegítimos se suceden. Los nombres pueden cambiar a cada hora, pero lo permanente, es que la inestabilidad regresa a  nuestro continente, y esas no son buenas noticias para los sectores populares de nuestra región.


miércoles, 16 de octubre de 2019

Ecuador: otro fracaso neoliberal


Mientras siguen las tareas de limpieza y remoción de los escombros en Quito, lo que será imborrable, no solo para los ecuatorianos sino para todo nuestro continente, es que el neoliberalismo demostró, una vez más, que no es una opción viable para ningún pueblo del planeta.
                Ni el rápido apoyo del resto de los mandatarios latinoamericanos, le sirvió a Lenin Moreno para enfrentar la furia de un pueblo desbordado por la violencia del ajuste auspiciado por el FMI. La única forma de frenar la rebelión fue dar marcha atrás con el ajuste. El mandatario ecuatoriano debió retroceder en chancletas.
                El único logro de Moreno fue aplazar el adelantamiento de las elecciones. Lo que parecía un camino seguro, fue esquivado  al precio de tener que bajar las medidas impopulares que originaron el estallido. Ahora el gobierno de Ecuador deberá enfrentar otro factor de presión: el FMI reclamará, tarde o temprano, por el ajuste comprometido.
                A los buitres del Fondo, no los convencerán con la echándole la culpa de todo a Venezuela y al fantasma de Chávez. Para la sucursal del gobierno estadounidense, Hallowen se festeja a finales de octubre.
                Ahora Moreno deberá hacer un recuento de daños y ver como sigue. Deberá paliar el efecto dominó que originó la brutalidad del ajuste: la quita de los subsidios al petróleo provocó una gran expansión inflacionaria que rápidamente se trasladó al bolsillo de la gente de a pie. A todo esto, se sumó el desabastecimiento provocado por las distintas protestas, que arrancaron con un fuerte paro de transporte al que se fueron sumando las distintas fuerzas populares y que culminó con la gran marcha indígena sobre Quito.
                 La era neoliberal latinoamericana naufraga frente a las consecuencias que trae la aplicación de recetas que ya  fracasaron el todo el Planeta.  Un nuevo horizonte se le abre a las fuerzas populares, que deberán ser conscientes que si fracasan, la receta de la derecha siempre será ajuste y represión. 

sábado, 21 de septiembre de 2019

Afganistán: la paz que no fue


Cuando ingresó Donald Trump al poder,  fueron varios los cambios que la Casa Blanca le imprimió a su política exterior. Uno de los más resonantes de ese momento, fue la búsqueda de la paz en Afganistán con el consiguiente retiro de las tropas norteamericanos de dicho país. Transcurrido gran parte de la administración republicana, las intenciones originarias no se trasladaron a la realidad.
                Cuando todo Medio Oriente está nuevamente a punto de estallar, de hecho las bombas que estallaron en los oleoductos sauditas, impactaron fuertemente en la economía global, un foco de incendio, que parecía a punto de apagarse, revivió para complicar aún más cualquier intento de pacificar la región.
                Hasta principio de este mes, las negociaciones entre los norteamericanos y los talibanes marchaban viento en popa, aunque un poco demoradas, las negociaciones estaban a punto de llegar a buen puerto.  Si a esto sumábamos el tenue deshielo con Corea del Norte y las conversaciones con Irán, el panorama era medianamente optimista.
                Pero  el diablo metió la cola, y el acre olor de la pólvora volvió a instalarse en Medio Oriente. El atentado en Kabul, que mató a 12 personas, abrió un compás de espera, al que hay que sumarle la incertidumbre provocada por las elecciones  en Israel y las posibles represalias contra los supuestos culpables del bombardeo a los oleoductos situados en Arabia Saudita.
                Por eso no fueron casuales los movimientos de funcionarios responsables de la política exterior. Trump ya despidió a su tercer asesor en política exterior, mientras Rusia y China observan expectantes los movimientos de la principal potencia militar mundial.
                Difícil pronosticar el devenir de las nuevas acciones, pero el Mundo vive con creciente temor el desconcierto y los vaivenes de la política exterior de Trump, que puede ocasionar, en el mejor de los casos, nuevas negociaciones diplomáticas, pero en el peor, una serie de represalias militares que son siempre onerosas en vidas humanas y que pondrían en peligro el delicado equilibrio de la región.

sábado, 31 de agosto de 2019

Tambalea la pax norteamericana en América Latina


Todo parecía controlado para los delegados de la Casa Blanca. Venezuela aislada, Bolivia y Uruguay ocupados en su proceso electoral y Brasil y Argentina como garantes del orden deseado por Washington. Pero pasaron cosas, y esas certezas se convirtieron en interrogantes y en esperanzas.
                El toque de alarma, fue la elección en Argentina. La sorpresiva paliza que recibió el gobierno de Mauricio Macri con la subsiguiente posibilidad del retorno del peronismo al poder, alteró un tablero que parecía dominado y a prueba de sorpresas.  Las amenazas no amilanaron a los pueblos latinoamericanos, que empiezan a despertar y a manifestar su disconformidad con los ajustes que los condenan a la pobreza.
                El mismo Mauricio Macri tuvo que borrar con el codo lo que escribió con su mano al pactar con el FMI. Medidas ¨populistas¨ de emergencia surgieron a destiempo, para evitar la masacre electoral. Bolsonaro quedó solo y ya no habrá eje Brasilia – Buenos Aires. El mandatario brasileño deberá convivir con un vecino de distinto tono ideológico y además deberá lidiar con su creciente impopularidad.
                Los halcones de la Casa Blanca, que jugaron todas las cartas a la continuidad macrista, ahora deberán volver a barajar y dar de nuevo. No pueden permitirse tener el Cono Sur desordenado en medio de la guerra comercial y política con China y con Rusia.
                Los otros proyectos neoliberales naufragan en la indolencia y en el descrédito. Le pasa a Piñera en Chile y sucede también en Perú. Tal vez Colombia, sea hoy el país neoliberal más estabilizado.
                A veces un rayo de luz, puede iluminar una oscuridad que parecía interminable.

viernes, 19 de julio de 2019

Avanzan las leyes antipopulares en el Mercosur


De la mano de los dos países más grandes del pacto sudamericano, las leyes previsionales y laborales quedaron en medio de una fuerte ofensiva para ser modificadas a favor de los empresarios, lo que significa que los trabajadores quedarán en clara desventaja frente a un avance neoliberal que elimina derechos adquiridos hace décadas.
                No es casual el apoyo explícito de Bolsonaro a su par argentino y la obvia retribución de Mauricio Macri. Ambos mandatarios reportan al Fondo Monetario Internacional, que se instaló nuevamente en nuestras comarcas para depredar los derechos de los trabajadores.
                Es así, que casi en simultáneo, avanzan leyes que limitarán y, algunos casos, eliminarán derechos adquiridos. En el país carioca, el gobierno está por anotarse su primer triunfo, con la aprobación de la nueva ley previsional. La nueva norma eleva la edad jubilatoria mínima y eleva los años de aportes. Los economistas del gobierno creen que esto les permitirá ahorrar 300 mil millones de dólares en diez años. El propio Bolsonaro admitió que para lograr la cantidad de votos necesaria, hizo un claro reparto de dinero para convencer a los legisladores ¨remisos¨ a levantar la mano.
                En la Argentina, si bien la etapa electoral impide la sanción de normas polémicas, los propios empresarios macristas han logrado instalar en la agenda mediática, la supuesta necesidad de reformar las leyes laborales para que sea mucho más sencillo, y barato despedir a los trabajadores.  Un globo de ensayo que si bien provocará resistencias, puede ser negociado con los sindicalistas complacientes, con más posibilidades de aprobarse si Mauricio Macri logra su reelección.
                El escenario está planteado sin disimulo y los gobiernos confían en sus recursos para consolidar el avance neoliberal de este último lustro. Un período que será recordado por los trabajadores, por el retroceso en las leyes que ampararon sus derechos.

lunes, 6 de mayo de 2019

Los Wikileaks y la hipocresía de la liberta de prensa


La excusa más habitual del intervencionismo yanqui, es la defensa de los valores democráticos. Y dentro de esos valores, brilla siempre la libertad de prensa como baluarte del Occidente liberal frente a la barbarie de otras regiones del mundo. Claro que cuando rasgamos apenas la superficie de este principio, vemos que enseguida tambalea, presa de los intereses de los bloques dominantes que no aceptan que se visibilicen sus prácticas oscuras
Asistimos a una escenificación clara de esta contradicción. Un gobierno servil como el ecuatoriano, hizo lo que sus patrones esperaban de él: levantó la inmunidad diplomática de Julian Assange quien espera ahora el castigo por mostrar el lado oscuro de los intereses cruzados de empresarios, gobiernos y periodistas.
Mientras en la Argentina asistimos impávidos a las revelaciones que involucran a fiscales, periodistas y ex policías devenidos en servicios de inteligencia, en el mundo asistimos a la persecución de una organización que se esforzó en mostrarnos a los ciudadanos de a pie, como se cocinan en secreto, tramas que tarde o temprano incidirán en nuestras vidas.
La red de Wikileaks reveló desde su nacimiento, más de 10 millones de documentos, que involucraron a dirigentes políticos sin direccionar esa información por el prisma de las pertenencias partidarias. Supimos así de las presencias habituales de dirigentes argentinos en la embajada norteamericana, a la espera de instrucciones o de ser evaluados, como vasallos de una autoridad que estaba más allá de nuestras fronteras.
En una época donde dominan los fake news, la prisión de Julian Assange es coherente con la decadencia de la libertad de prensa, un término que los hipócritas arrojan sobre sus enemigos externos, pero que generalmente no cumplen en sus propias tierras. Más ávidos por llenar sus bolsillos que por tratar que los pueblos estén bien informados.

martes, 16 de abril de 2019

Chile, otro globo neoliberal que se pincha


Una ola que parecía indetenible, cambió el color político de la mayoría de los gobiernos de América latina. El fuerte aliento que sopló desde Washington le dio soporte a la llegada de Macri, Piñera, Bolsonaro y Lenin Moreno, pero puestos los planes económicos en la cancha, ninguno de estos gobiernos logró mejorar la vida de sus pueblos, más bien, todo lo contrario.
                Tal vez uno de los menos publicitados, fue el fracaso del gobierno chileno, que encabezó, por segunda vez, Sebastián Piñera.  En el país trasandino, Piñera no recogió las enseñanzas de su primer mandato, y ya está consumando otro fracaso. Si bien los números económicos son muy superiores a los de Argentina, la curva de crecimiento chileno sufre una abrupto bajón, ocasionado por las medidas del ministro de Economía chileno, Felipe Larraín.
                 Para explicarlas las fallas, no prometen ni un segundo semestre ni hablan de Venezuela, sino que se excusan en un ¨sobredimensionamiento¨ de las expectativas de los agentes económicos, es decir, siempre la responsabilidad es de los otros y nunca propia.
                Pese a los sinsabores, las encuestas de opinión son parejas: la mitad de la sociedad aprueba y la otra mitad rechaza. El problema para Piñera es que no se avizora mejora en el corto plazo, lo que empuja al gobierno a volcarse sobre el tema seguridad, un clásico de los gobiernos que hacen agua en lo económico. Es así, que el problema Mapuche y la consiguiente represión, son usados para cambiar la agenda de los temas de discusión.
                Al igual que sus colegas latinoamericanos, la fortaleza política de Piñera se basa más en la desarticulación opositora que en la solidez propia. No se advierten grandes movimientos que logren poner en jaque al gobierno chileno, pese a sus malos resultados. La burocracia sindical está expectante y por ahora no se percibe un líder que protagonice la protesta y que otorgue una esperanza que los días de desesperanza, vayan a terminar pronto.  

lunes, 18 de febrero de 2019

Ruidos de guerra en el Caribe


Luego de un intento de golpe institucional que parece disolverse con el tiempo, Estados Unidos ya planea la variante armada para terminar con el gobierno de Maduro en Venezuela, y colocar allí un mandatario fiel a los mandatos de la Casa Blanca.
                Para consumar la intervención, los norteamericanos usarán su táctica habitual de provocar un ¨accidente¨ o ¨incidente¨ que les sirva como excusa para pasar al ataque. En este caso, el caballo de Troya pensado es la llamada ¨ayuda humanitaria¨ que ya se concentra en las fronteras de Venezuela para ser distribuida por supuestos ¨voluntarios¨.
                Sin embargo, esta serie de proceso que ya está en marcha, no anula una salida diplomática. Es sabido que habitualmente Donald Trump siempre golpea la mesa de negociaciones varias veces, para colocarse luego en posición de imponer sus condiciones. Así, pese a toda la parafernalia bélica, hubo ya una serie de contactos diplomáticos de alto y reservado nivel entre venezolanos y norteamericanos.
                Claramente, el autoproclamado nuevo presidente venezolano no da la talla para una misión tan engorrosa como conducir al país caribeño al destino que los yanquis pretenden para ellos. La Casa Blanca ya advirtió esta situación y no cierra la puerta a cualquier variante que le permita el objetivo de controlar políticamente todo el subcontinente.
                Esperemos que la experimentada diplomacia venezolana ayude a forjar algún tipo de salida negociada que calme a un tiburón norteamericano sediento de sangre. De lo contrario, pasaríamos de la tragedia de la emigración descontrolada, a las muertes de cientos de inocentes.