martes, 20 de abril de 2021

Uruguay: no todo lo que brilla es oro

 

El país gobernado por Lacalle Pou, es el elegido por los poderes mediáticos argentinos, como ejemplo de las políticas que deberían seguir los gobiernos para combatir la pandemia. Sin embargo, en este último tiempo, el recurso se está agotando como producto de los desaciertos del Presidente uruguayo, que prefirió imitar las conductas de su vecino Jair Bolsonaro, con consecuencias que se están haciendo carne en la piel de los uruguayos.

                Los expertos en salud del país oriental, vienen estudiando y trabajando sobre la pandemia, como el resto de los equipos científicos de todo el planeta. Es así que recomendaron las medidas que todos conocemos para frenar el avance del virus: restringir la movilidad de la población de todas las maneras posibles, suspendiendo eventos de todo tipo y fomentando el teletrabajo.

                Pero a la par de su vecino brasileño, Lacalle Pou prefirió ignorar la mayoría de las recomendaciones y aceptar algunas de ellas solo cuando no le quedó otro remedio. En nombre de una libertad individual a la que considera superior al bien común, el mandatario uruguayo desoyó los consejos de una comunidad científica que, al principio de la pandemia, logró tener a raya al coronavirus.

                Pero estos tiempos pasaron, y la pandemia recorre el aire del país. Uruguay dejó de ser el oasis en el desierto. Se derrumbaron las teorías que llevaron a creer a algunos en la existencia de un ¨gen uruguayo inmune¨.  Ahora el coronavirus transformó al vecino país en el estado con mayor tasa de contagios nuevos, superando incluso a Brasil.

                Aferrado al timón de un barco que se hunde, Lacalle Pou sigue sosteniendo el discurso de la libertad como bien supremo, superior a la salud y a la vida. Estos conceptos son la principal bandera de todos los partidos de derecha de nuestro continente, que repiten como mantra, sin importarle el crecimiento constante de contagiados y muertos que nos está trayendo a todos esta segunda ola.  

China y Estados Unidos no aflojan la pelea

 

Mientras Donald Trump hace todos los esfuerzos posibles por mantenerse en la agenda de los medios norteamericanos, Joe Biden ya se acomodó en la Casa Blanca y las primeras señales indican que la disputa con China no bajará los decibeles, por el contario, las tensiones están vivas y en aumento. Los chinos seguirán siendo el rival a vencer y a temer.

                La pandemia no logró torcer el rumbo mundial. En todo caso, lo puso en suspenso. Pero cuando ya parece vislumbrarse la luz al final del túnel, la realidad geopolítica nos anuncia que la disputa entre China y Estados Unidos ocupará el centro de la escena. La hegemonía norteamericana de los 90 es parte del pasado. Ahora se impone esta nueva bipolaridad, con la Rusia de Putín tratando de no quedar aplastada en esta pelea.

                La Unión Europea también se abroquela frente a la nueva realidad. Si bien siempre estarán cerca de Estados Unidos, no rifarán sus intereses económicos en ningún casino norteamericano.  Mientras tanto, China sigue su silencioso avance. De la mano de la única economía que creció en medio de la pandemia, ofrece infraestructura y negocios por todos los rincones del globo.

                En América latina soplan vientos de cambio. La oleada neoliberal apadrinada por Trump pierde impulso. Los últimos resultados electorales se acomodan mejor a los intereses populares que a los del gran capital. Sin embargo, queda claro que los norteamericanos no permitirán que se discuta su hegemonía en un coto que consideran propio. Los líderes latinoamericanos deberán guiar su política con este dato, con la difícil misión de mejorar la realidad de un continente empobrecido sin ser bocado del apetito de la Casa Blanca.