domingo, 16 de febrero de 2014

La Celac frente a un difícil desafío mundial

Pocas cosas supimos los argentinos sobre lo conversado en la última Cumbre de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y el Caribe. Es que los medios argentinos de mayor poder ignoraron el cónclave o prefirieron poner en duda los motivos del viaje de la Presidenta. Así, costó entender qué significó la reunión y cuales fueron las conclusiones que sacaron los mandatarios que concurrieron al evento.
            Buceando entonces en la prensa menos concentrada y escuchando a los expertos, podemos vislumbrar algunas de las cosas que se dijeron y como nos afecta como país y como continente.
            El escenario latinoamericano ya no es tan pujante como cuando Néstor Kirchner, Hugo Chávez y Lula comandaron el no al ALCA. Los países que componen la CELAC parecen ensimismados en sus propios problemas y cuesta un poco más que antes poner en la agenda los temas comunes. Además, la diplomacia norteamericana ya no busca un gran pacto común sino que fue conformando bloques, como el del Pacífico, para meter una cuña en la incipiente unidad sudamericana.
            Era por eso necesaria la reunión en La Habana y mucho más reafirmar que la exitosa construcción comenzada la década pasada debía ser reforzada, ya que retroceder en ese campo es condenar a los países de las CELAC a una debilidad diplomática que se contagiaría al resto de los campos, sobre todo el económico.
             Para evitar este avance, los países latinoamericanos deben ratificar que son un bloque político y económico con objetivos comunes. Los países del mundo, salvo las potencias más poderosas como China y Estados Unidos, se manejan en bloque y así logran una mayor fortaleza frente al resto. Encarar la actualidad internacional de manera solitaria, nos conduciría a una posición de extrema debilidad.
            La mejor forma de afianzar la CELAC es que los gobiernos de la región sigan combatiendo a la pobreza. Si bien se avanzó bastante, son muchos millones las personas que viven una realidad económica de extrema escasez. También está la difícil tarea de coordinar los distintos intereses para que la alianza continental no se disgregue.

            El desafío es enorme, denso y tiene muchos enemigos, pero que los principales mandatarios no hayan desdeñado este encuentro, es una buena señal para la salud de un pacto internacional que, si sigue vigente, contribuirá en gran forma a la soberanía de cada uno de los países que lo conforman