miércoles, 17 de noviembre de 2010

La explotación petrolera: una amenaza latente para el medio ambiente

El colapso medio ambiental que provocó la British Petroleum en las costas norteamericanas ya salió de las agendas de los diarios. La prensa occidental no volverá a machacar con estos temas hasta el próximo accidente. Está claro que las empresas petroleras son poderosos auspiciantes que conviene siempre tener de aliados. Pero los habitantes de las costas del Golfo de México jamás podrán olvidar esa mancha negra pegajosa y trágica que les arruinó la vida.
Solamente las revistas científicas se animan a tratar el tema de la amenaza que constituyen las explotaciones petroleras. Saben que sólo los expertos las leen y que difícilmente lleguen al gran público. Pero por lo menos es un oasis en el desierto. Por ejemplo la prestigiosa revista Nature, nos advierte que los riesgos no son fruto de accidentes casuales sino que es una tendencia que acompañará al negocio petrolero de aquí en adelante. Esto se debe a que al agotarse las explotaciones comunes de petróleo, se recurre a la explotación off shore, que es mucho más dificultosa y mucho más frágil y peligrosa. Por eso Brasil debería moderar un poco su alegría frente a los últimos descubrimientos.
Es así que los damnificados por la British Petroleum pueden constituirse en una postal de lo que le puede suceder a otras poblaciones costeras. Las perforaciones aumentarán su profundidad y su complejidad y es difícil que los estados que deberían frenar estos emprendimientos, o por lo menos controlarlo, se resistan a la acción del lobby petrolero, uno de los más importantes y aceitados del mundo de los negocios.
Hasta el propio Artico podría tener que soportar la voracidad petrolera que se enfrenta a la perforación de gruesas capas de hielo y a un clima tormentoso que dificultará el trabajo. Brasil no se perderá de explotar su reciente descubrimiento de los llamados pre sal, pero deberá evaluar las consecuencias de no tomar fuertes medidas de seguridad.
Ya que la Unasur demostró su utilidad frente a la última crisis política en Ecuador, va a ser hora de evaluar si debe también instrumentar un control conjunto de los recursos naturales. El negocio petrolero privado no gusta de difundir información que perjudique sus negocios, por los que los gobiernos deberán tomar las riendas del cuidado del medio ambiente y compartir los datos a nivel regional, para cuidar la vida de todos los que habitamos esta parte del mundo.

domingo, 7 de noviembre de 2010

El fiscal Strassera y la causa de los Palotinos

Disculpen si llego tarde a la polémica, pero acabo de leer el libro La Masacre de San Patricio, de Eduardo Kimel y descubrí un dato que desconocía. Pero antes voy a contextualizar un poco este post.
Hace un par de meses atrás, se armó una pólemica originada en el debate sobre que clase de justicia tenemos. Todo por una serie de medidas judiciales que avanzaron sobre temas políticos y que conformaron lo que Cristina llamó ¨justicia cautelar¨. También tuvo que ver la denuncia del Gobierno contra el modo en que Clarín y La Nación se apropiaron de las acciones de Papel Prensa. En defensa de los jueces y cuestionando la versión histórica presentada por el Poder Ejecutivo, saltaron varios radicales entre ellos el fiscal del juicio a las Juntas, Julio Strassera. Este ex funcionario judicial se plantó en el escenario cuestionando fuerte al Gobierno.
Strassera buscó constituirse como una autoridad en el tema amparado en su histórico papel, coronado por la famosa frase ¨nunca más¨ que cerró su recordado alegato que condenó a los cabecillas del Proceso. Sin embargo, la verdad histórica no deja tan bien parado a Strassera una vez que se retrocede a los tiempos de la Dictadura en la que el ahora dirigente radical era fiscal. Si mal no recuerdo fue Osvaldo Papaleo quien señaló que Strassera participó de la investigación sobre el tema Papel Prensa y nada dijo sobre las condiciones de detención de Lidia Papaleo y de los demás investigados por los militares.
En el libro La Masacre de los Palotinos, el periodista ya fallecido, Eduardo Kimel, investigó el asesinato de los cinco religiosos que pertenecían a la orden irlandesa de los Palotinos, ocurrido en la parroquia de San Patricio el 4 de julio de 1976. Una de las dos hipótesis que recorren el libro es que fue una venganza de la Policía por el atentado contra el comedor policial, la otra teoría es que en realidad se trató de dar una lección a los religiosos que habían elegido misionar entre los pobres.
Kimel fue enjuiciado no por estas teorías sino por sostener que el juez que investigó el caso no hizo lo posible por resolverlo. El juez federal de ese entonces se llamaba Guillermo Rivarola y, ya en democracia, logró que el periodista fuera condenado a pagar una fuerte suma de dinero. Sucesivas apelaciones a tribunales internacionales le dieron la razón al periodista, lo que fue coronado con la despenalización de los delitos de calumnias e injurias, que nuestra Presidenta le propuso al parlamento el año pasado y que logró una rápida aprobación. Kimel no pudo disfrutar mucho de esto porque falleció este año.
Lo que yo no sabía y que ahora comparto con ustedes, es que el fiscal actuante en el caso de la investigación de la masacre era ni más ni menos que el mismísimo paladín de la Justicia, Julio Strassera, quien propuso el sobreseimiento de la causa pese a que existían notorias pruebas de que los asesinatos habían sido cometidos por fuerzas de seguridad ligadas a la dictadura militar. Pero dice Kimel: ¨para Strassera no había mayores elementos que condujeran la investigación con rumbos ciertos. Por eso formulaba el pedido de sobreseimiento provisorio¨.
Reconozco que las condiciones de trabajo para cualquier funcionario judicial en esa época eran muy difíciles, pero los héroes, para postularse como tales, tienen que ser capaces de superar las condiciones adversas. Strassera fue un fiscal que se adaptó a los tiempos que vivió, no tiene autoridad moral para cuestionar nada desde el punto de vista histórico. Faltó a su deber cuando nadie se animaba a cumplir con las leyes y trabajó correctamente cuando las circunstancias se lo permitieron. Strassera debería recordarlo antes de enrostrarnos su dudosa autoridad moral.