La ola de rebeldía finalmente se expandió por Medio Oriente y llegó hasta el norte de Africa , más precisamente hasta Libia, país liderado desde hace décadas por la mano férrea de Muammar Kadafy. Las potencias occidentales y sus medios de prensa resaltan todos los defectos del gobierno libio, iluminando las zonas oscuras que esos mismos medios antes ocultaban. Es que hasta ese momento el status quo de la zona no afectaba los intereses petroleros tan celosamente vigilados por Estados Unidos.
Pero ahora, la crisis provocada por el anquilosamiento de las estructuras de poder en los países árabes y por el aumento en el precio de los alimentos, le abrió una posibilidad inesperada de intervención a la Casa Blanca, que sueña con meter mano al crudo que tan generosamente fluye de las entrañas libias.
Para eso está en marcha una fuerte ofensiva diplomática y militar que cuenta con la inestimable colaboración de los medios de comunicación. La operación consiste en demonizar a Kadafy y apoyar a los insurgentes en su batalla contra el gobierno. De esta manera, se crea un ambiente de caos que genera un pedido mundial de intervención de alguna autoridad extra zonal que restablezca el orden.
Sin embargo, ese orden no sería cualquier orden, sino el que establezca Estados Unidos, que es quien dirigirá la operación si es que se concreta. Tanto en forma directa como detrás de una intervención multinacional, la mano de Washington buscará socavar la soberanía del país africano para disponer de sus reservas petroleras.
Pese a estas intenciones, Kadafy tiene algunos recursos para defenderse. Su poderío militar es mayor al de los insurgentes. Además buscará escarbar en la conciencia sucia occidental recordando que tiene intereses y acuerdos financieros con varios de esos países que ahora buscan destituirlo. Libia tiene numerosos pactos en los sectores petroleros, gasíferos y comerciales con varios países europeos que no cuestionaron su política interna al momento de firmarlos.
Los bancos suizos no rechazaron el dinero libio como tampoco lo hicieron cuando el que depositaba su dinero era el ahora depuesto líder egipcio Hosni Mubarak. Las empresas españolas, italianas y norteamericanas no bloquearon las inversiones que venían de Libia. Pero los vientos cambiaron y ahora el botín buscado son los recursos energéticos, que son los que deciden siempre el rumbo de la política exterior norteamericana. Si de oro negro se trata el aliado de hoy puede ser el enemigo de mañana. Una lección que ningún líder mundial pueden dejar de aprender.
domingo, 20 de marzo de 2011
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