lunes, 22 de agosto de 2011

La ola de indignados en Israel

A esta altura del partido está claro que este movimiento de protesta casi global contra las condiciones de vida no es un fenómeno europeo: basta con ver lo que pasa en Israel para darse cuenta que más allá de los resultados finales la protesta va en serio.
Pero si bien los indignados parecen un fenómeno mundial en Israel tiene sus particularidades. El encarecimiento de las materias primas alimenticias empujó al alza los precios y encareció notoriamente el costo de vida tanto de los sectores populares como de las clases medias que también ven complicadas sus economías. Todo esto lo sufren los israelíes, al igual que el resto del planeta, pero el problema no queda allí.
Es que muchos ciudadanos ven que la tierra prometida ya no es tal. La solidez y efectividad política y social que hasta acá eran marcas de fábrica del joven estado judío, tambalea y se ve cuestionada por los mismos habitantes que antes la avalaban. El neoliberalismo que azota al Mundo también hizo playa en Israel y, como bien sabemos los argentinos, este tipo de sistema económico destruye los lazos sociales y arroja a las personas a la jungla donde sobrevive el más fuerte.
Israel vio la luz como un estado solidario donde todos se sacrificaban en beneficio de una comunidad que debía luchar día a día para sobrevivir. Si bien ahora la existencia del Estado no está en cuestión, este sentido de pueblo va en camino de desaparecer, ya que una característica saliente de la economía israelí actual es la concentración de la riqueza en pocas manos, lo que destruye cualquier idea de ciudadanía organizada.
Quienes acampan en las principales ciudades del país y motorizan protestas masivas sienten que el Estado ya no les garantiza lo básico: vivienda y comida para todos. Están aprendiendo a pasos acelerados, lo que los latinoamericanos ya conocemos por experiencia propia. Israel tiene una historia de país organizado que logró sobrevivir gracias al esfuerzo común, por eso este sálvese quien pueda que propone esta fase del capitalismo los deja golpeados y desorientados, pero convencidos de que deben luchar para no perder lo que lograron.
Ahora el gobierno del premier Netanyahu enfrenta un problema que difícilmente se solucione con medidas coyunturales. El problema es más profundo y no se soluciona con un paquete de medidas económicas. Los israelíes no se conformarán con la baja en el precio de los alimentos y de los alquileres. Lo que exigen es que el estado de bienestar que los cobija reviva y que no avale la creciente desigualdad que violenta los principios sociales que fundaron el estado de Israel en 1948.