martes, 15 de noviembre de 2011

Las recetas del FMI tumbaron a Berlusconi

Un fantasma recorre Europa y no es aquel con el que soñaba Carlos Marx sino uno que se parece más a una pesadilla: el ajuste fiscal y sus consecuencias en la vida de quienes habitan los países afectados.
La crisis no respeta tamaño ni economías: a Grecia y a Irlanda le siguieron Portugal y España y ahora es el turno de Italia. Tan grande es la crisis italiana que lo que no lograron los escándalos sexuales lo consiguieron los problemas económicos: la caída de Berlusconi.
Lo complicado del caso es que Berlusconi no fue en contra de las recetas de ajuste del FMI sino que, por el contrario, se decidió a aplicarlas con todo el rigor del caso, pero los mercados no aceptaron a un primer ministro que ya venía muy desgastado y que se quedó sin margen para aplicar un ajuste que precisa mano de hierro y ancha espalda política.
Ahora es el turno de Mario Monti, un tecnócrata que presume de no pertenecer a ningún partido. Este nuevo funcionario viene a aplicar sus recetas como si fuera el médico salvador que solucionará los males italianos con nuevos ajustes que si bien afectarán la vida cotidiana de los habitantes de la península, prometen un futuro mejor. Pero esto que parece una solución innovadora, para los argentinos es una receta vieja y fracasada. En los 90, el neoliberalismo argentino basaba su prédica en un supuesto saber técnico que nos iba llevar al primer mundo. La historia terminó con la peor crisis económica de 1810 a la fecha.
Al pueblo italiano le aguarda un futuro cercano donde la aplicación de los ajustes ocasionará que su economía crezca cada vez menos y que el desempleo se incremente cada vez más, aunque seguramente estas noticias serán silenciadas por gran parte de la prensa occidental que suele ser cómplice de los poderosos del mundo.
Pese a esto, no debemos olvidar que Italia no es ni Grecia ni Portugal. Aunque sean todos parte de la Unión Europea, Italia es todavía la octava economía mundial y un colapso económico significaría el irremediable fin de la zona euro. Y si cae Italia habrá que prepararse también para el futuro colapso de Francia.
A esta altura del partido los cambios políticos que concluyeron con las salidas de los primeros ministros de Grecia e Italia parecen más manotazos de ahogado que soluciones duraderas. Más que pensar en planes de ajuste, los líderes europeos deberían investigar como les fue a los otros países que aplicaron las recetas que ellos defienden. Si la respuesta a la crisis es poner a tecnócratas al mando de los gobiernos, la idea de una solución que afecte lo menos posible la vida de los pueblos, se torna en una ilusión más cercana a la fantasía que a la realidad.