Ya forma parte de la Historia grande del continente la
reunión de Mar del Plata que sepultó el ALCA para siempre. Sin embargo, Estados
Unidos ya está ensayando otra forma de marcar el ritmo comercial de los países
de América latina.
El nuevo
intento se denomina Alianza del Pacífico y quienes empujan la entrada de este
nuevo caballo de Troya a nuestro continente son Chile, México, Perú y Colombia,
que son los países más dóciles a los dictados de Washington.
Si bien los
gobiernos de estos países aclaran que no firmarán ningún tratado de libre
comercio con la Casa Blanca, las palabras de los mandatarios latinoamericanos
hablan de acuerdos arancelarios y convenios de desgravación impositiva,
elementos que forman parte habitual en los convenios comerciales.
Para
Estados Unidos el bocado que le ofrece la Alianza es más que apetitoso: un
mercado potencial de casi 210 millones de personas, casi un 40% de la población
de nuestro continente. El problema radica en que las economías de estos países
no son complementarias con la norteamericana por lo que las ventajas que
podrían obtener son muy relativas.
Además el gobierno de Obama no da
puntada sin hilo: en el plano político esta alianza es el contrapeso ideológico
del bloque formado por los países de la UNASUR que hasta acá venían marcando el
paso de la política latinoamericana. Washington ha decidido jugar más fuerte en
lo que considera su patio trasero y dividir para reinar es su primer plan.
Si bien un enfrentamiento con
Washington no parece una estrategia aconsejable, los países latinoamericanos
deben pensar la forma de intensificar la alianza comercial y política, ya que
de lo contrario quedarán aislados y sucumbirán ante la diplomacia del más
fuerte.