Por los medios de todo el mundo vivimos el día a día de la crisis egipcia que terminó con la salida de Mubarak, también vimos que esta rebelión afectó a otros países árabes de la región, pero lo que quedó oculto en las pantallas de TV es el papel de Occidente como soporte de estos gobiernos que repentinamente recibieron la crítica generalizada de todo el planeta.
Los gobiernos de las principales potencias mundiales, comandadas por Estados Unidos, sostenían hasta hace poco que países como Egipto o Túnez eran gobierno amigos y ¨moderados¨. El dedo acusador pasaba de largo frente a ellos y prefería señalar a Irán o a Irak, gobiernos que constituían el eje del mal y a los que se consideraban culpables directos del terrorismo mundial en todas sus variantes. Ya sabemos como terminó Irak y el futuro de Irán todavía está por verse.
Pero esta conmoción, que se multiplicó como reguero de pólvora por Egipto, Túnez, Yemen, Argelia y Arabia Saudita, sacó a la superficie una situación social explosiva signada por años de represión y de miseria para la mayoría de los pueblos de estos países. Una mano dura cotidiana reprimía en Egipto a una población que vivía con índices de pobreza y desocupación altísimos. La situación en los otros países mencionados no era muy distinta.
Este velo informativo y diplomático, que costó tantas décadas y tanta sangre levantar, fue posible porque Mubarak jugaba un papel importantísimo en la estrategia de la Casa Blanca en la región. Egipto logró que Israel se consolidara como estado y le garantizó a Estados Unidos cierta estabilidad en una región famosa por su riqueza energética. El resto de los países de la OTAN también tienen intereses en la región y lejos estuvieron de cuestionar el modo en que Mubarak mantenía la paz social. No les importó que fuera la tranquilidad de los cementerios.
Si vamos a buscar a los archivos de los medios de comunicación occidentales no hallaremos la palabra dictadura para calificar a estos gobiernos. El periodismo no nos contó nunca como hizo Mubarak para mantenerse en el poder 30 años en el gobierno. Recién ahora logramos enterarnos de los grados de corrupción y de miseria imperante.
En América latina sabemos muy bien que los intereses de Washington están por encima de cualquier consideración ética y moral. La gran democracia de Occidente respaldó y propició la instalación de las dictaduras que nos masacraron en los 70 porque eran funcionales a la estrategia seguida por los yanquis en la Guerra Fría. Algo parecido pasó en Medio Oriente y seguiría pasando si los egipcios y el resto de los pueblos árabes no se hubiesen cansado de tanta miseria y represión.
Ahora se abre una etapa interesantísima en Medio Oriente. Por un lado tendremos a Occidente que buscará que los cambios que se vienen tanto en Egipto como en Túnez no modifiquen el status quo vigente. Por el otro, tendremos a los pueblos que acaban de descubrir que su destino puede estar en sus manos, pero que deberán buscar encauzar su lucha para que esta oportunidad que se les abre para mejorar sus vidas no termine en una dolorosa derrota.
martes, 15 de febrero de 2011
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