miércoles, 29 de septiembre de 2010

El éxito de un modelo

Durante la convertibilidad nos vendieron un modelo de apertura de la economía y desguace acelerado del Estado. La única forma de entrar al primer mundo era desregulando las actividades económicas y promoviendo las ¨relaciones carnales¨ con la principal potencia mundial.
No hace falta recordar en que terminó la aplicación de esta idea de país. Muchos son los argentinos que llevan sobre su piel las marcas que dejó el estallido del 2001. La política del ajuste permanente nos llevó a las puertas de la disgregación nacional.
Desde el 2003 a esta parte comenzó a aplicarse en la Argentina otro modelo económico que tiene, entre sus reglas fundamentales, el pase de las recetas de ajuste del FMI al cesto de la basura. Un tipo de cambio alto alentó las exportaciones e hizo renacer a la industria argentina, que estaba al borde de la desaparición. Esto trajo el renacer de la cultura del trabajo y una importante baja de la desocupación que cayó casi 12 puntos porcentuales desde 2003 hasta el día de hoy.
Además de este giro en la economía, la presidencia de Cristina Fernández trajo como novedad algo que no se había dado durante la presidencia de su marido: el intento de limitar el poder monopólico de algunos agentes económicos. Esta postura le atrajo al Gobierno la hostilidad de las mayores usinas mediáticas que vieron peligrar sus privilegios. Esta ofensiva es comandada por el Grupo Clarín, dueño de gran parte de los medios de comunicación y de presencia casi monopólica en el mercado de medios.
Pero esta nueva realidad no nos debe impedir observar que el modelo económico sigue vigente y que a los méritos ya enumerados se le debe agregar que una de las mayores crisis económicas de la economía mundial fue sorteada con éxito y con un costo mínimo en relación con el resto del mundo.
A la hora de las elecciones del 2011, sería ideal que la clase política discuta modelos económicos y no bailes televisivos. De esta manera los argentinos podremos elegir si seguimos con este modelo o nos arriesgamos a experimentos de dudoso final.

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