sábado, 29 de septiembre de 2018

Brasil: el panorama electoral es tan confuso como su economía


La lluvia de encuestas enturbia un cielo electoral que parte oscuro desde el vamos. En Brasil, la cárcel sin pruebas del candidato mejor rankeado, el ex presidente Lula, disparó una campaña electoral que arrancó enrarecida y que puso su frutilla en el postre con el puntazo que recibió Jair Bolsonaro en plena recorrida partidaria por la calle.
                Desde estas páginas presagiamos que la inestabilidad política se instalaría en el vecino país si se concretaba la destitución de Dilma Rousseff. Los acontecimientos posteriores confirmaron el pronóstico. Pero esta misma inestabilidad, que no sólo no disminuyó sino que se incrementó con el paso del tiempo,  hace imposible vaticinar un futuro posible para el gigante sudamericano.
                Es que la economía no acompaña.  El presidente Temer nunca pudo consolidarse en el poder, y el único mérito que exhibe es que no lo  hayan echado. Una economía otrora floreciente, hoy señala permanentes caídas que la emparenta aún más con su socio argentino. El experimento de los presidentes anti populares, evidencia un agotamiento prematuro y un notorio perjuicio para los números de los países que lo aplican.
                Si bien los primeros números electorales arrojan un liderazgo del derechista Bolsonaro, la reciente renuncia de Lula y la unción de Fernando Haddad en su reemplazo, puso en carrera a un candidato del sector popular, que crece día a día y que tiene todo para seguir trepando en las  encuestas. Frente a esto el  establishment  brasileño no atina a respaldar a un candidato que lo termine de representar.
                Final abierto para unas elecciones que influirán en todo el continente y que, junto con las norteamericanas de medio término, marcarán el futuro posible de un experimento antipopular que hace agua por todos sus costados.

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