viernes, 24 de octubre de 2008

El racismo en Bolivia

Los siglos se suceden, ya llevamos cinco desde aquel 12 de octubre de 1492 cuando los españoles llegaron e impusieron sus verdades a sangre y fuego. Pero el paso del tiempo no disolvió el odio ni la idea de que el habitante original de estas tierras es inferior y lógico objeto del racismo y la violencia.
La presencia de un aborigen Aymará en la presidencia de Bolivia debería desmentir nuestro dichos, sin embargo, este avance social encarnado por Evo Morales, multiplicó los odios y los ataques que llegaron a su punto máximo con la masacre de Pando que cuenta muertos por decenas y desaparecidos que podrían agregarse a la lista de asesinados.
Es que las clases altas bolivianas, que habitan en la llamada medialuna oriental boliviana y tienen bajos sus pies una gran riqueza energética, no toleran la ¨osadía¨ del presidente Morales, que pretende que los derechos cívicos de las clases postergadas sean acompañados de una mejora real en sus vidas. El primer paso para lograr esto es recuperar la soberanía sobre las riquezas naturales del país, por lo que dispuso la nacionalización de los pozos petroleros y la renegociación de los contratos con las empresas petroleras que los explotaban. De esta manera, la administración de Bolivia quiere apropiarse de una parte mayor del negocio petrolero, lo que sería el punta pie inicial para comenzar una redistribución de la riqueza.
Pero estos planes chocan de frente con la intención de quienes habitan los Estados donde se encuentran emplazadas la mayoría de las empresas. La idea de los prefectos y de las agrupaciones civiles que los apoyan es no compartir las ganancias con nadie. Y prefieren luchar por su independencia política antes que compartir lo que consideran su dinero con los ¨negros occidentales¨. Es así que Santa Cruz, Pando y los otros componentes de esta alianza ya no quieren recibir órdenes de La Paz, cosa que nunca se plantearon cuando los habitantes de la Casa de Gobierno respondían a sus intereses.
Todo esto que parecen planteos situados solamente en el campo político, tiene su correlato en la vida cotidiana de los bolivianos, no sólo por la masacre llevada a cabo contra personas desarmadas que respondían al presidente Morales. Sino que el discurso racista es cotidiano y se ejerce con violencia. Jóvenes cruceños suelen salir armados de palos y cadenas para apalear a cualquiera que no sea blanco como ellos y que sea sospechoso de apoyar al líder aymará. También hay atentados contra los dirigentes que no adhieren a la doctrina secesionista y listas de futuros condenados a muerte, que a los argentinos nos recuerdan metodologías que solía practicar la triple A. El territorio de los estados orientales es casi terreno prohibido para los dirigentes del gobierno central, como si ya no formaran parte de Bolivia.
Este panorama parece lejos de una nación donde se respete a todas las culturas y etnias que componen la sociedad boliviana, lo que constituye el propósito inicial de la nueva constitución boliviana. Será el primer deber de Evo Morales reconstituir una autoridad presidencial que haga llegar a la justicia a todos los rincones de Bolivia.

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