La salida de Rajoy de un cargo al que parecía atornillado,
refleja que el viejo continente no sabe todavía de que manera afrontar a un mundo en plena guerra comercial que ha
perdido algunas de sus certezas.
El
mundo unipolar, dominado por Estados Unidos ha desaparecido, y una batalla de
bajo contenido bélico pero de gran contenido económico está reconfigurando a un
mundo que no tiene a Europa como centro exclusivo de poder.
Por el
contrario de los tres principales contendientes, solo Rusia tiene parte de sus raíces en suelo europeo, los otros
dos, Estados Unidos y China consideran al viejo continente un mercado en
disputa.
En
Europa emerge sólida la figura de Alemania, el resto mira azorado como los
cataclismos políticos azotan sus plazas. Desde el Brexit, los ánimos políticos
han cambiado y ya nada es tan sólido. La corrupción española se llevó puesto a
un Partido Popular que parecía invulnerable a las cataratas de denuncias. En
Italia, un gobierno racista llegó al poder y no dudó en empezar a aplicar sus
recetas discriminatorias.
Trata
de emerger Francia, luego de que su líder, Macron, sobreviviera a un duro plan
de lucha sinidical desencadenado por reformas laborales que se propusieron
recortar derechos adquiridos de los trabajadores. Sin la contienda saldada,
Francia navega todavía en la incertidumbre.
Con
este grado de conflicto larvado, nadie se anima a hacer un pronóstico sobre el
devenir más próximo. Lo único claro es que nuestro planeta estará pendiente de
los próximos movimientos de las potencias dominantes, que parecen conscientes
de su poderío económico pero que saben que con eso no basta, para anular a sus
competidores.
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