Mientras las operaciones de prensa intentan presentar a
Vladimir Putin como a un imitador de Hitler que planea quedarse con todos los
países cercanos a la frontera rusa, pocos se atreven a preguntarse cuales son
los motivos reales que impulsan a los pueblos a abandonar la Unión Europea para
pasarse a la órbita de Rusia.
El
pronunciamiento del pueblo de Crimea fue claro: la mayoría quiso volver a
formar parte de Rusia. Otros movimientos separatistas pugnan por seguir este
ejemplo y hasta arriesgan la vida con tal de abandonar a la Unión Europea. La
explicación que ofrece la prensa Occidental es que Putin es un hábil y
totalitario mandatario que busca crecer territorialmente, como si fuera un
Hitler del siglo XXI.
Pero desde
aquí preferimos ofrecerles otra idea: los
pueblos quieren formar parte de Rusia porque les conviene más un gigante en crecimiento que una Unión
contra natura y en proceso de decadencia, que depende exclusivamente de las
políticas que decida Alemania.
Para los
ucranianos, Rusia significa su principal comprador. De ocurrir un cierre o de
persistir el conflicto con los rusos, el resto de Europa no suplantará los
mercados que perdería Ucrania. Esto significaría un abrupto crecimiento del
desempleo, para un continente europeo donde el trabajo no abunda.
Además, muchos
europeos del Este añoran un pasado donde
se sentían más protegidos bajo el ala soviética que les proporcionaba un Estado
que no los dejaba a la intemperie. Hoy Rusia ya no es ese estado comunista pero es un país capitalista
que está en crecimiento y que no se vio afectado por el fantasma de la crisis
que recorre al resto de Europa.
Por eso el
caso de Crimea no fue algo aislado. Ya hay otras regiones que impulsan
plebiscitos para consultar al pueblo sobre su deseo de volver a pertenecer a
Rusia o por los menos, independizarse de una fracasada Unión Europea.
La amenaza
de guerra fue puro fuego de artificio. Estados Unidos amagó con sanciones
económicas que todavía no llegaron a concretarse. Es que la teoría del progreso
permanente, que formó parte del relato del capitalismo occidental desde su
nacimiento, se ve en penumbras. En cambio, Rusia ofrece una realidad efectiva
luminosa, que seduce a pueblos hartos de
promesas incumplidas