Pocas cosas supimos los argentinos sobre lo conversado en la
última Cumbre de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y el Caribe. Es que
los medios argentinos de mayor poder ignoraron el cónclave o prefirieron poner
en duda los motivos del viaje de la Presidenta. Así, costó entender qué
significó la reunión y cuales fueron las conclusiones que sacaron los
mandatarios que concurrieron al evento.
Buceando
entonces en la prensa menos concentrada y escuchando a los expertos, podemos
vislumbrar algunas de las cosas que se dijeron y como nos afecta como país y
como continente.
El
escenario latinoamericano ya no es tan pujante como cuando Néstor Kirchner,
Hugo Chávez y Lula comandaron el no al ALCA. Los países que componen la CELAC
parecen ensimismados en sus propios problemas y cuesta un poco más que antes
poner en la agenda los temas comunes. Además, la diplomacia norteamericana ya
no busca un gran pacto común sino que fue conformando bloques, como el del
Pacífico, para meter una cuña en la incipiente unidad sudamericana.
Era por eso
necesaria la reunión en La Habana y mucho más reafirmar que la exitosa
construcción comenzada la década pasada debía ser reforzada, ya que retroceder
en ese campo es condenar a los países de las CELAC a una debilidad diplomática
que se contagiaría al resto de los campos, sobre todo el económico.
Para evitar este avance, los países
latinoamericanos deben ratificar que son un bloque político y económico con
objetivos comunes. Los países del mundo, salvo las potencias más poderosas como
China y Estados Unidos, se manejan en bloque y así logran una mayor fortaleza
frente al resto. Encarar la actualidad internacional de manera solitaria, nos
conduciría a una posición de extrema debilidad.
La mejor
forma de afianzar la CELAC es que los gobiernos de la región sigan combatiendo
a la pobreza. Si bien se avanzó bastante, son muchos millones las personas que
viven una realidad económica de extrema escasez. También está la difícil tarea
de coordinar los distintos intereses para que la alianza continental no se
disgregue.
El desafío
es enorme, denso y tiene muchos enemigos, pero que los principales mandatarios
no hayan desdeñado este encuentro, es una buena señal para la salud de un pacto
internacional que, si sigue vigente, contribuirá en gran forma a la soberanía
de cada uno de los países que lo conforman