Hoy más que nunca, el escenario internacional merece ser
considerado un lugar donde se montan distintas obras para distraer la atención
mundial y se llevan adelante los objetivos que no se pueden manifestar en
público. Siria es un lamentable muestrario de obras ficcionales donde campean
la hipocresía y el enunciado de razones humanitarias que encubren propósitos
lejanos a cualquier altruismo.
Son
varios los jugadores y distintas las estrategias y las finalidades que
pretenden lograr. En Siria veníamos de un presente favorable al gobierno sirio,
que se encuentra muy cerca de terminar la guerra contra los terroristas armados
por las potencias occidentales. El
cercano triunfo de Bashar al Assad y por ende de sus aliados Rusia e Irán,
encendieron todas las alarmas de las potencias occidentales, que ya habían
sufrido la deserción parcial de los norteamericanos, que desde el inicio de la
era Trump, habían preferido ser más observadores que actores en este conflicto
de Medio Oriente.
La
posibilidad de perder predicamento en Medio Oriente y de anotarle un nuevo
triunfo diplomático a Putín, llevaron a las potencias occidentales a unirse
para emprender una ofensiva en todos los campos. Para eso montaron una
gigantesca campaña de prensa internacional contra Rusia y contra Siria. En
ambos casos usaron el veneno como justificativo de las posibles
represalias. Contra Rusia, el presunto
envenenamiento de sus ex agentes, contra
Siria, el supuesto bombardeo con armas químicas contra la población
indefensa.
Instalados
ambos temas, más allá de la contradicción que tengan las acusaciones con el
sentido común, les fue posible a estas
usinas generar un clima de indignación mundial que repercutiera fuertemente en
Estados Unidos, lo que logró que Trump no solo no lograra abstraerse de ese
clima, sino que además debió ponerse al frente de la respuestas internacional.
Sin
embargo, no son tan tontos ni arrojados los estrategas de la OTAN. Se cuidaron
muy bien de no tocar objetivos rusos y de ocultar la cantidad de víctimas civiles
que provocaron sus ¨quirúrgicos¨
bombardeos, no sea cosa que el enojo mundial se les volviera en contra
como un boomerang. Saben que el gobierno
sirio no está lejos de concluir su obra, y lo que buscan es condicionarlo para
que esto no implique un crecimiento real de la soberanía de los países de la
región, lo que significaría, como mínimo, la posibilidad de tener que tratar de
igual a igual, a países a los que siempre habían dominado.
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