Los distintos analistas e historiadores suelen enmarcar sus
estudios buscando denominaciones globales para tratar de describir las épocas
que estudian. Quien se aboque en un futuro al análisis de este período que estamos viviendo, no le va a
quedar más alternativa que bautizar a nuestros días como la era en donde las
certidumbres no abundan.
El 2016
finaliza con la expectativa mundial fijada en adivinar que políticas seguirá
adelante el nuevo presidente norteamericano. Donald Trump vino a romper con
todas las expectativas y asumió lleno de interrogantes que sólo se podrán
develar con el desarrollo de los acontecimientos. Pocos creen que el magnate
podrá cumplir con su promesa aislacionista ya que el poderoso complejo militar
industrial necesita colocar sus productos en el mercado mundial. Sin embargo,
las torpezas demócratas han llevado a la Casa Blanca a un grado creciente de
enfrentamiento con el líder ruso, Vladimir Putin, que Trump debería desactivar
si quiere de verdad que no le explote la bomba que sus propios connacionales
armaron no sólo en Siria sino en todo Medio Oriente.
También
es difícil pronosticar en cuántos ejes se dividirá el poder mundial. Si bien
los liderazgos de Estados Unidos, Rusia y China están fuera de discusión, aún
no está claro si habrá algún tipo de reconfiguración de las distintas alianzas
entre estos tres grandes. Tampoco está muy claro el futuro de la Unión Europea,
que comanda Alemania, que es el único país del viejo continente que escapa al declive
económico. Las especulaciones apuntan a
que los nuevos ocupantes de la Secretaría de Estado yanqui buscarán amigarse
con Rusia y enfrentar a los chinos, pero los títulos periodísticos suelen ser,
muchas veces, distintos a los hechos concretos.
En lo
que refiere a nuestro continente, habrá que estar atento a si la hostilidad y el intento de enterrar para
siempre las experiencias populares en América latina sigue con la misma
perseverancia y el mismo éxito. Si bien el gobierno en la Argentina luce consolidado,
pese a sus crecientes problemas, en Brasil el gobierno de Temer tambalea ya que su origen espurio y su política de
ajuste hundió al ex vicepresidente de Dilma en un rápido proceso de descrédito
que luce de casi imposible salida. En tanto, las condiciones en Venezuela
empeoran y la administración de Maduro resiste como puede. Por su parte, en
Bolivia y en Ecuador, los modelos parecen sólidos y exhiben los mejores números
del continente.
Pero
este panorama puede cambiar en cualquier momento, dependerá seguramente de la
dinámica que imponga el Gobierno de Trump y de las conciencias de los pueblos,
que a veces escapan de los caminos que busca imponerle la industria mediática
asociada a los poderes de turno.
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