Cómo si el gen de la rebeldía se transmitiera de generación
en generación, los trabajadores franceses llevan varios meses ya de
movilización para derrotar a una nueva legislación laboral, que con la excusa
de la ¨modernización¨, busca acortarle derechos adquiridos hace varias décadas.
El
gobierno de Hollande, que se dice socialista pero que se aleja de los
trabajadores día a día, defiende a rajatabla un proyecto que precariza la vida
laboral de millones de franceses que en vez de recibir protección del socialismo
recibe palos. Los argentinos conocemos bien, la estrategia de usar a los
partidos populares para establecer ideas neoliberales ajenas a la historia
partidaria. Con Hollande, el socialismo abandona por completo su doctrina de
defensa de los derechos sociales.
La CGT
francesa asumió desde el comienzo su rol en la lucha y no deja de organizar
marchas opositoras, que chocan frecuentemente con la policía. Ni la Eurocopa ni
la posibilidad de atentados terroristas han logrado frenar una protesta que no
vislumbra su final. Durante este mes de
junio hay prevista una reunión entre ambas partes pero no hay señales de la
posibilidad de un acuerdo.
El
problema central es el artículo 2 de este proyecto que el gobierno francés ha
enviado al parlamento galo. En él, se establece que los acuerdos empresariales
tienen prioridad sobre los sectoriales. Piensan los trabajadores que de esta
manera se establecerá un código laboral a medida de cada empresa, lo que
debilitará la posición de los empleados que quedarían inermes o en posición
desventajosa frente a sus patrones.
Los
incidentes callejeros no han logrado frenar el periplo legal de ley que será
tratada a fin de mes en un Congreso de mayoría conservadora que podría alterar
aún más un proyecto que nació hostil a los trabajadores. Además, el primer
ministro francés planea apelar a un decreto, si la norma no es aprobada.
Pero el
ambiente de lucha no se disipa de las calles. Frente a la ausencia de los
partidos políticos, la resistencia es encarnada por los propios trabajadores,
un camino que parece ser el futuro no sólo de Francia sino también de los
países latinoamericanos. Incluido el nuestro.
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