Y finalmente el golpe blando en Brasil se puso en marcha y
ayer concretó su hito más importante: la
Cámara de Diputados brasileña habilitó al Senado para que inicie el juicio
político a la presidenta Dilma Rousseff.
Los
grupos económicos concentrados del vecino país, acompañados de los monopolios
mediáticos, llevaron una intensa tarea de desgaste que se inició apenas fue
reelegida la actual mandataria y culminó con la exitosa puesta en escena que
fue televisada a todo el planeta, como para que no queden dudas del ánimo
ejemplificador de la jugada
Ahora el
Senado, que el gobierno brasileño está muy lejos de dominar, se apresta a
asestar el golpe final a la gestión a una Presidenta, que pese a lo que digan
los medios, no tiene cuentas offshore en el exterior ni demandas judiciales con
pruebas contundentes de corrupción, cosa que no sucede con quién ayer presidió
la sesión, el opositor Eduardo Cunha.
Las caras
sonrientes de los dirigentes opositores presagian una ola de revancha social
contra los que menos tienen, si es que logran hacerse del poder político. Algo
similar a lo que está pasando en nuestro país. El vicepresidente Temer ya se
relame con su posible ascensión y no dudará en traicionar al proyecto político
que lo llevó al segundo cargo político en importancia.
Es cierto
que no debe soslayarse la responsabilidad política de la Presidenta en la
crisis actual. Su abandono de las líneas generales que había trazado su
compañero y antecesor en el cargo, Luiz
Lula Da Silva, explican gran parte de esta realidad, pero no la
justifican. El orden legal expresado por la voluntad popular debe ser respetado
en todo el continente,
Pero aún no
está todo dicho, quien se haga cargo de la dirección del Palacio de Planalto
deberá convocar a elecciones. Y es ahí donde la figura de Lula se agiganta y le mete pavor a los brasileños
conservadores . O Globo, Veja y el resto de los medios deberán trabajar a
destajo para imponer un candidato que supere al ex Presidente que sigue siendo muy
popular en su país. Lamentablemente, todo indica que sea cual sea el resultado,
el país más poderoso del Mercosur se meterá en una dinámica de inestabilidad
política que durará un tiempo largo.
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