Los resultados electorales se suceden y la mayoría tienen un
mismo signo: la derecha avanza en todo el mundo. Argentina, Venezuela y
Francia, son el reflejo de una tendencia que por el momento parece irrefrenable
Si bien
cada país tiene realidades y coyunturas propias, el retroceso de las fuerzas
progresistas es innegable. En nuestro continente, la década que logró avances
impensados años anteriores, parece haber
llegado a su fin. En Argentina la derecha neoliberal llegó por escaso margen al
poder pero ya asumió y tienen todas las
riendas del poder en sus manos. En
Venezuela, la oposición logró el control de la legislatura venezolana y va por
más. En Brasil, el poder de la presidenta Dilma Rousseff está jaqueado por el inicio del juicio
político.
En
Europa el panorama es mucho peor, los gobiernos que se dicen socialistas no
están ni siquiera cerca de sus orígenes históricos. El avance del terrorismo le
calza como anillo al dedo al gobierno francés para aumentar las medidas represivas, tal como hizo en 2001
Estados Unidos. A este panorama hay que agregarle el fenómeno de la
inmigración, que es originado por la propia intervención de los países europeos
en Medio Oriente.
En el
resto del mundo el panorama no es muy distinto. La derecha liberal tiene en su ideario la
libertad de mercado y la presencia débil del estado, lo que ocasiona que los
sectores sociales más débiles queden inermes frente al avance del capital
concentrado.
Frente
a esta realidad, las fuerzas populares deben lamer sus heridas rápido y pensar
estrategias de resistencia que impidan el avance de estas políticas, para más
tarde intentar el regreso al poder para garantizar que los derechos obtenidos no sean
vulnerados.
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