Mientras el planeta sigue sacudido por el coronavirus y
espera desesperado que surja la vacuna salvadora, ya despunta la pelea de fondo
que se viene entre dos pesos pesados: China y Estados Unidos. Esta vez no es una pelea por petróleo ni por
los aranceles comerciales, sino por el surgimiento de una nueva tecnología que
promete revolucionar nuestras vidas: el 5G.
El 5 G
es la quinta generación de la telefonía móvil y, dicen los expertos, ya nada será igual ya que este avance
científico terminará con mucho de las tareas humanas, al contar con el poder de
controlar en forma inmediata todos los procesos productivos. Ningún aspecto de la vida cotidiana escapará a su dominio, incluido el control de
los sistemas armamentísticos de todos los países.
El
problema para Estados Unidos, es que China, por medio de la empresa Huawei,
picó en punta en la instalación de este proceso, lo que despertó el temor de
los norteamericanos ante su peor pesadilla: terminar de perder el control
político y militar del mundo. Es por eso
que la perspectiva de que una empresa china lidere un sistema que tiene el
potencial de dominar todos los sectores claves de la economía, está generando
un conflicto geopolítico que recién empieza.
Ni lerdo
ni perezoso, Donald Trump busca alinear a los países de la OTAN para que
rechacen en bloque este avance del gigante tecnológico chino. Ya se anotó el
primer éxito con el anuncio de Gran Bretaña, que declaró que no permitirá la
presencia del 5G en su territorio. O por lo menos no lo aceptará mientras
provenga del Lejano Oriente. Por ahora
la Unión Europea duda, y puso el tema bajo estudio.
Los
chinos se amparan en la supuesta ¨neutralidad¨ de la nueva tecnología. Dicen
que detrás de este avance no están ni el gobierno ni las fuerzas armadas
chinas, pero ya Obama había dispuesto bloquear este avance en su territorio, y
Trump ratificó la postura norteamericana.
Lo que parece una pelea ajena, pronto llegará
a nuestras costas. Ambos gobiernos buscarán formar sus bloques de apoyo y
exigirán alineamientos para establecer un escenario de posible guerra fría, que
si bien no promete aniquilarnos en pocos minutos con el poder de las armas
atómicas, vislumbra la modificación de la vida cotidiana de los pueblos.
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