El empeoramiento de la situación económica mundial, fue la
señal de largada para tratar de jaquear a los gobiernos populares que surgieron
durante la última década en América latina. Así, uno tras otros, gobiernos
elegidos con el voto popular, son hostilizados por fuerzas que no fueron
validadas por ninguna votación.
Primero fue
Venezuela, después siguieron Brasil, Argentina y Chile, y ahora le toca a Ecuador, quien soporta una maniobra que busca
terminar con el gobierno legítimo de Correa. Al presidente ecuatoriano se lo ve
confiando, piensa que su enorme colchón de votos pondrá freno a la avanza
golpista.
Coordinados
o no, un movimiento de pinzas converge sobre Quito. Por un lado, la izquierda
anti extractivista, que si bien posee postulados justos, coinciden en salir a
la calle en el mismo momento que lo hace la vieja derecha del Partido Social
Cristiano, aquel de la vieja política que encarna, entre otros, el payasesco
Abdalá Bucaram.
El gobierno
ecuatoriano de la Revolución Ciudadana se ha caracterizado por remover los
cimientos electorales sobre los que estaba basado Ecuador. Es lo más lógico
para un movimiento que se declara revolucionario y que además busca dejar atrás
el Ecuador del atraso. Pero esto ocasionó resistencias a derecha y a izquierda,
quienes salieron a cortar rutas y a marchar sobre la capital ecuatoriana.
Si bien
ningún partido opositor hace alarde de
tener apoyos internacionales, llama la atención la sintonía de métodos y
momentos que existe entre estos ataques a Ecuador con los que suceden en el
resto de Sudamérica. Si bien todavía no hay ningún país con un gobierno popular
a punto de caer, crean un clima de efervescencia e incertidumbre, esperando una
chispa que encienda el incendio definitivo.
Hasta
ahora, el fuerte liderazgo demostrado por quienes conducen los gobiernos
latinoamericanos, ha evitado el éxito de los movimientos destituyentes. Ayuda
también que la derecha continental carece, por ahora, de conductores fuertes.
Pero eventualmente pueden surgir, y sólo podrán ser enfrentados por gobiernos
basados en una amplia base popular.
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