Frente a un recambio presidencial que asoma complicado para las democracias
progresistas que predominaron en la última década en América Latina, el rotundo
triunfo de Evo Morales le da una luz de esperanza a todo el continente, y
demuestra que con políticas inclusivas se puede crecer a altas tasas y revertir
siglos de atraso.
Curiosamente,
los medios hegemónicos que sostienen una ofensiva constante contra Venezuela,
Argentina y Brasil, cambiaron de raíz su discurso y hasta ponen a Bolivia de
ejemplo a seguir. Lejos están los días en los que Evo Morales era atacado por
todos los frentes y su poder tambaleaba.
La clave
para que perdure el modelo encarnado por
el MAS boliviano, es que por fin, después de casi toda una historia de entrega
al capital foráneo, el movimiento político gobernante se apropió de las
regalías que producen los productos hidrocarburíferos y mineros y los usó en
beneficio de su pueblo. La renta dejó de pertenecer a unas pocas familias y se
distribuyó con criterio popular y sin por eso descuidar los números estatales.
Es así que
el crecimiento económico del período comandado por Morales se vio acompañado de
un nivel récord de acumulación de reservas monetarias, y de superávit económico.
Además, Bolivia consiguió crédito internacional a tasas bajas para dedicar a
obras de infraestructura.
Pero esto no se hizo con herramientas
económicas ortodoxas, por el contrario, Evo Morales modificó la ley de
entidades financieras y distribuyó crédito para la vivienda entre sectores
sociales que antes ni soñaban con esto.
Es verdad
que cada país tiene su realidad económica y resulta muy difícil extrapolar los
modelos de un lugar a otro, pero tal vez se pueda tomar de ejemplo esta
voluntad boliviana de apropiarse de la mayor parte de la renta y distribuirla con
criterios populares.
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