Honduras fue el primer peón sacrificado en la ofensiva
general contra los gobiernos populistas. El presidente hondureño, que había
sido elegido por el pueblo, fue destituido en 2009 por un golpe de estado que
lo sacó a Zelaya en pijama de la Casa de Gobierno. Más tarde se llevarían esa
misma ola reaccionaría se llevó puesto al presidente de Paraguay, y más tarde
se sucedieron las distintas caídas en Argentina y Brasil.
Pero el
sufrimiento del pueblo hondureño no cesa, ni
siquiera luego de las victorias de la derecha en el continente. Ahora otro nuevo episodio pone fuera de juego
a la voluntad popular: el fraude
electoral fue el arma utilizada por el
gobierno golpista para perpetuarse en e l poder.
La
alianza opositora que encabeza Salvador Nasralla, fue la víctima de la maniobra
electoral, que dio vuelta un conteo que en principio lo favorecía claramente.
El Tribunal Superior Electoral jugó para el Presidente reelecto y convalidó la
maniobra, pese a que Nasralla llegó a aventajar a Hernández por cinco puntos.
El pueblo hondureño no se creyó la opereta y salió a la calle a parar el
fraude. La represión no tardó en llegar y se llevó la vida de casi una veintena
de personas.
Está
claro que la lucha para recuperar la democracia popular en América latina será
un largo camino sembrado de tristezas y obstáculos que sólo podrán ser salvados
si quienes se oponen se unen contra el enemigo común. Habrá que apelar a la
paciencia y las estrategias de largo alcance, que protejan lo mejor posible a
quienes luchan para que la dependencia económica se desmorone en nuestro
Continente.