Con un modus operandi que se instrumentó en todos los
gobiernos populares del Cono Sur de nuestra América, los medios concentrados de
Brasil, bombardearon en forma permanente e ininterrumpida tanto la figura del
ex Presidente Lula, como la de la mandataria depuesta, Dilma Rouseff.
Todos los soportes son válidos y
cualquier tema se convierte en un arma arrojadiza. Con Dilma buscaron
justificar de cualquier manera la campaña que terminó con un golpe de estado
institucional. Es al día de hoy, que no pueden acusarla de nada tangible ni de
delitos concretos. Pero hoy los
principales cañones están apuntados contra Lula Da Silva, no porque lo crean
culpable, sino porque ya se postuló como candidato para las próximas elecciones
y ya picó en punta en todas las encuestas.
El principal multimedio del país
vecino es la red O Globo, una cadena multimillonaria, cuyo volumen de negocios
justificaría la envidia del propio Grupo Clarín. Sus dueños fueron capaces de
fabricar una figura como la de Collor de Mello aunque luego no pudieron
sostenerlo. Ahora instalaron al juez Moro, quien al frente del Lava Jato y
otras causas, buscan sacarlo a Lula de la competencia por medios judiciales, ya
que por medios electorales no tienen a otro candidato capaz de enfrentarlo con
éxito.
Encima no los ayuda el contexto
ya que Dilma fue reemplazada por su Vicepresidente que en un año de gobierno,
no logró encontrarle la vuelta a la economía brasileña que no da señales de
despegue. Si bien la inflación viene en baja, se produjo a costa de una tasa de
desempleo récord y a una caída general del consumo, algo que desde hace 16
meses también estamos experimentando los argentinos.
Lula, viejo zorro, logró convertir la última
citación judicial en un acto político, que logró movilizar en forma masiva al
PT, sacándalo del letargo y aceitando su potente maquinaria electoral para lo
que se viene, siempre y cuando el poder brasileño no busque una artimaña
antidemocrática, que proscriba al candidato más popular o que evite las elecciones del año próximo. A cualquier recurso puede echar mano el
establishment brasileño, con tal de no ver peligrar sus privilegios ante un
nuevo gobierno populista.