Lo que antes sorprendía ahora se ha transformado en una foto habitual de la realidad política de nuestro continente: otro organismo común alumbró su nacimiento, sin presencia de la Casa Blanca, para enfrentar con políticas activas al tembladeral mundial provocado por la crisis financiera.
Esta vez en Caracas no sólo se juntaron los países del Mercosur o de Sudamérica, esta vez los países del Caribe también forman parte de la CELAC, cuya sigla significa Comunidad de Estados Latinoamericanos y del Caribe. De esta manera se creó una organización que constituye uno de los emprendimientos regionales más importantes de nuestro continente, que cuenta solamente con las ausencias de Estados Unidos y Canadá.
La ausencia de los americanos del Norte es claramente un signo de los tiempos que estamos viviendo en esta parte del Mundo. Cada herramienta que se crea para unir los destinos de los países de nuestra región, es una palada más en el entierro de la lógica de la guerra fría, que tenía como principal consigna la profunda dependencia política y económica de Estados Unidos.
Es verdad que la administración de Obama tiene otros frentes de batalla abiertos en el Mundo y que América Latina es un problema menor, pero convengamos que si nos remontamos apenas a una década atrás, semejante emprendimiento como el que estamos analizando era más una excepción que una regla.
Lo que también parecía casi una utopía era pensar que el pedido de políticas inclusivas iba a tener un eco real en los 33 países que integran la CELAC. El crecimiento económico de la región en los últimos tiempos trajo como consecuencia la mejora en la vida de los más desprotegidos. Si bien es verdad que estamos a años luz de terminar con la pobreza, son varios los países que han logrado disminuir los bolsones de miseria que los azotaron a lo largo de su historia.
Como será de llamativo este nuevo emprendimiento, que juntará en la jefatura a presidentes de distintas ideologías, ya que en principio la CELAC será conducida por Hugo Chávez y Sebastián Piñera, primeros anfitriones de los encuentros. Es más, el mandatario chileno le entregará el mando cuando finalice su período a Fidel Castro.
No será fácil articular una organización que debe armonizar los intereses de países superpoblados como Brasil con otros que no llegan a los dos millones de habitantes. Pero la necesidad de enfrentar unidos a un futuro mundial incierto y con pronósticos sombríos, impulsa a los líderes regionales a olvidar dogmatismos y diferencias y a pensar que la supervivencia de cada país depende del bien común.
viernes, 16 de diciembre de 2011
Suscribirse a:
Entradas (Atom)